viernes, 10 de diciembre de 2010

La Otra

Celia tenía 37 años cuando la conocí. Era extremadamente delgada, de pequeña estatura, pocas curvas, rostro anguloso, no era precisamente una mujer llamativa y quizás nadie se voltearía a mirarla en la calle. Sin embargo, me atrevería a decir que la belleza y la gracia que no brillaban en su aspecto exterior, le sobraban interiormente; si algo la caracterizaba era su serenidad, su trato cordial y aquella paz que emanaba de su espíritu. Siempre estaba lista para apoyar a quien lo necesitara.

No era de esas personas que siempre son el centro en una reunión de amigos, pero en el orden intelectual era brillante, era ingeniera química y desde hacía cinco años ocupaba la posición de Jefa del Departamento Técnico en la planta de procesamiento de gas donde tenía 45 personas bajo su mando.

Estaba casada pero no hablaba de su esposo, a veces daba la impresión de que aquel hombre cumplía la muda e inmóvil función del resto de los muebles del apartamento donde vivían. Jamás supe su nombre, supongo que tenía uno, pero si le preguntabas por el esposo, ella nunca decía "Juan tiene gripe" o "Pepe está con fiebre", se limitaba a contestar secamente "El está bien".En cambio, hablaba constantemente de su hijo Sergio, era su orgullo y su mejor compañero. Le había costado mucho trabajo concebirlo, ya que algunos médicos le dijeron que había una condición en su sistema reproductor que le impediría salir embarazada, sin embargo, ella de alguna manera, burló a la ciencia y concibió el bebé.

Los médicos no querían creerlo hasta que su estado se hizo tan evidente que tuvieron que aceptarlo y entonces trataron de disimular su error diciendo que se trataba de un milagro y no sabían cuánta verdad encerraban aquellas palabras, ciertamente aquel niño fue un verdadero milagro en la vida de esta mujer.

Celia tenía una pasión que la consumía interiormente, estaba perdida, desenfrenada e irremediablemente enamorada de Pablo, un ingeniero que era algunos años menor que ella, muy bien parecido y carismático, con unos ojos muy claros y elocuentes.

No era un amor platónico, habían sido amantes por más de un año, lo cual resultaba sorprendente, tratándose de Celia, porque no había nada en ella que diera esa imagen, ya saben, generalmente relacionamos a "la amante", con una mujer atrevida, provocativa, sensual. Celia no era así.

Sólo una persona conocía aquel secreto, Verónica, otra ingeniera que trabajaba en nuestro Departamento, era su mejor amiga desde la Universidad y se conocían al detalle.

Debo decir que yo fui admitida inmediatamente en aquel selecto círculo, la verdad es que siempre he tenido vocación de confidente, tengo mucha facilidad para ganarme la confianza de los que me rodean. Así que apenas llevaba un mes trabajando en la fábrica cuando un día Celia me confió su delicada situación.

Un par de meses después, ella se llenó de valor y le confesó toda la verdad al esposo, estaba harta de mentir, no tenía ninguna inclinación a la infidelidad, simplemente la vida le había jugado una mala pasada y se había fijado en alguien fuera del matrimonio, pero no era una mujer infiel, era sólo una mujer loca de amor y muy fiel, sí, muy fiel a sus sentimientos que es lo que realmente importa, o no?

Yo temí mucho por ella. Los hombres latinos, por lo general son muy machistas, en especial los cubanos. En aquella época, en Cuba, cuando un hombre se enteraba de que la mujer lo había engañado, podía tener una reacción totalmente impredecible y casi siempre agresiva. En la mayoría de los casos, un hombre engañado podía ser extremadamente peligroso.

Pero él no hizo nada de eso, se limitó a recoger sus pertenencias en silencio y desapareció de la casa. La verdad, siempre me pareció extraña esa actitud, no era lo normal, pero admiré profundamente a aquel hombre sin nombre, recuerdo que a menudo pensaba en eso y me resultaba increíble que hubiera actuado de esa manera tan civilizada, pero realmente fue así.

Celia había elegido dedicar su vida a Pablo y nadie se lo iba a impedir, ni siquiera su marido, así que a partir de ese momento empezó a desplegar todas las artes que tenemos las mujeres, para que su hombre se sintiera feliz junto a ella y la siguiera en la decisión que ella tan valientemente había tomado, o sea, que hiciera lo que se esperaba de él, dadas las circunstancias, abandonarlo todo por aquel amor.

Pero eso no ocurrió, por el contrario, al poco tiempo supimos que la esposa de Pablo estaba embarazada, él le dijo a Celia que no era el momento apropiado, porque tenía que estar junto a su mujer durante el embarazo.

Cuando nació el niño, tampoco era el momento ideal, él no sería uno más de aquellos padres que se limitan a pasarle una manutención a su hijo, (el tan famoso "child support" en Estados Unidos), él estaría junto a su hijo para educarlo y verlo crecer.

Dos años después vino la hembrita y recomenzó la misma historia. Por una u otra razón, Pablo nunca abandonó a su mujer, siempre supo encontrar la excusa precisa para continuar junto a ella. No sabría decir si en verdad la amaba o si solamente era por comodidad, simplemente siguió en su casa, leyendo su periódico y mirando su televisor, mientras pasaba la vida.

Durante muchos años no supe nada de Celia, recientemente tuve noticias de ella, sigue sola con su hijo y continúa siendo "la amante" de Pablo.

Cuando la recuerdo, pienso en todo lo que ella sacrificó por amor, sin recibir nada a cambio, lanzó toda su vida por un barranco. No la critico, ella fue consecuente consigo misma, no hay nada censurable en su actitud, prefirió guiarse por su corazón y no por las apariencias o los dictámenes sociales, esa fue su decisión y se la respeto. Pero es triste que un ser tan valioso haya puesto su vida en manos de alguien que nunca la mereció.

Su soledad no ha sido tan abrumadora, gracias a su hijo Sergio, que fue el mejor regalo que recibió en su vida, el que nunca la abandonó y siempre ha sido su mejor amigo y fiel compañero, rodeándola de cariño y atenciones.

Pero como mujer, ella se mantuvo siempre en un segundo plano, siendo sólo "la otra", la siempre oculta, la nunca reconocida, la que duerme todas las noches en una cama fría y enorme, la que pasa sola todas las Navidades y los Años Nuevos, mientras él está con su familia.

Estoy convencida de que Pablo nunca la amó, simplemente adoptó la actitud más cómoda...se dejó querer.




Miriam De La Vega
Enero 1, 2008

15 comentarios:

Ricardo Vega dijo...

Lo he leido por segunda vez , muy bello y triste relato de quien lo dio todo a cambio de nada ,Y quizas , aun asi , siguio amando a este ser ,que en un momento determinado , le volvio la espalda cuando mas lo necesitaba.

Miriam De La Vega dijo...

Sí, una vida desperdiciada por un hombre que nunca supo aquilatar el valor de esa mujer.

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...
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