De repente siento que se aglutinan en mi mente y en mi cuerpo, todas las sensaciones y escenas vividas en las últimas semanas… ¿dije vividas? pero, en realidad no sé si lo lo viví o si sólo sucedió en mi subconsciente.
Desde niña jugaba a inventar historias, en muchas de las cuales, yo era la protagonista. Siempre sospeché que algún día mi fecunda e impredecible imaginación, me tendería una trampa.
Tus palabras decían todo lo que yo quise escuchar a lo largo de mi vida, hasta aquellos detalles que sólo yo sabía, que sólo yo esperaba, que nunca comenté con nadie… ahora lo entiendo todo… yo creé tus palabras.
Tus caricias, hechas de esa aleación perfecta de ternura y deseo, constituían el sueño de toda mujer… yo creé tus caricias. Tu piel era la seda que mis manos anhelaban recorrer desde mis más antiguos sueños… era la superficie ideal para mi tacto… yo creé tu piel.
Dónde estaban todos? Cómo entender que nunca la mirada inquietante de algún curioso se deslizara en nuestro escondite, como si un poderoso velo nos cubriera de todo y de todos… Nadie nos miraba, nadie nos veía, no existía nadie alrededor… No había testigos porque nuestros encuentros sólo existieron en mi mente.
Era demasiado hermoso para ser real… Ahora sé que no lo fue, jamás existió un reencuentro… yo me lo inventé con esta imaginación tan fecunda e impredecible que finalmente, tal como lo sospechaba, me hizo caer en una trampa.
Miruchi